Eres libre de tomar lo que quieras del blog pero por favor no olvides citar la fuente, auramist, es todo lo que pido! gracias por leer



lunes, 25 de octubre de 2010

Healing Herbs making Bach Essences




Comparto con uds este video de Julian Barnard, quien trabajó para Bach Institute por más de 30 años hasta que se instalo por su cuenta cerca de la casa original.
Si bien yo uso las Bach originales, me parece de suma importancia dar a conocer los videos explicativos, ya que he visto, a mi entender,  que son realmente muy instructivos, su empresa ha publicado varios que son de gran utilidad para quien quiera tener una idea de como se hacen o donde se realizan las esencias florales de Bach y  de las esencias en general, a su vez intentare conseguirlas traducidas ya que por el momento no he encontrado subtitulos!
saludos
Aura-mist

El reiki va siendo más conocido !!!





gracias a Gaby por publicarlo en su blog!
http://www.lecturamitopersonal.blogspot.com/

Saludos AURA-MIST!

viernes, 22 de octubre de 2010

juegos iniciáticos 3º parte



Para complementar la idea, les recomiendo leer el libro de Toti Martinez de Lezea El juego de la
Oca, trata de un viaje iniciático que ocurre en el  medioevo, fantastico!

Saludos aura-mist

El juego de la Oca


La Oca era venerada en Egipto y considerada el ave de la vida primordial que había puesto el huevo cósmico de donde vino Ra, el sol, la luz de la vida. El juego de la Oca fue inspirado en el juego de la serpiente. Intelectuales, letrados y estamperos del occidente medieval  transportaron los símbolos del juego egipcio de la serpiente y los sustituyeron por símbolos típicos de la edad media.
Zinnia esencia floral que estimula lo lúdico
Al igual que en la rayuela, el jugador emprende un recorrido lleno de dificultades durante el cual podrá conseguir un objetivo supremo si demuestra habilidad, perseverancia, inteligencia y perspicacia. El Juego consta de siete ciclos con nueve pruebas cada uno para un total de 63, siendo el cero, la puerta de entrada.
*Ocas: Casillas  9, 18, 27, 36,  45 y 54. Si se cae en una de estas casillas, se puede avanzar hasta la siguiente casilla en la que hay una oca y volver a tirar.
* Puente: Casilla 6 y 12. Si se cae en estas casillas se salta a la casilla 19 (la Posada) y se pierde un turno. En algunos tableros, solo figura como puente la casilla 6.
* Posada: Casilla 19. Si se cae en esta casilla se pierde un turno.
* Pozo: Casilla 31. Si se cae en esta casilla, NO se puede volver a jugar hasta que no pase otro jugador por esa casilla.
* Laberinto: Casilla 42. Si se cae en esta casilla, se está obligado a retroceder a la casilla 30.
* Cárcel: Casilla 56. Si se cae en esta casilla, hay que permanecer dos turnos sin jugar.
* Dados: Casillas 26 y 52. Si se cae en estas casillas, se suma la marcación de la casilla de los dados (26 o 52) y se avanza tanto como resulte.
* Calavera: Casilla 58. Si se cae en esta casilla, hay que volver a la Casilla 1.
* Entrar al Jardín de la Oca: Es necesario sacar los puntos justos para entrar, en caso de exceso se retroceden tantas casillas como puntos sobrantes.

Ciclo 1
Ciclo 2Ciclo 3Ciclo 4Ciclo 5 Ciclo 6Ciclo 7
Puerta
9. Oca18. Oca27. Oca36. Oca45.Oca54. Oca
Dragón
CaracolaPosadaRuiseñorTocónEscalaTesoro
Bosque
OrejaGalloRelámpagoHiloLagoVagabundo
Arbol
BalanzaBrujaRosaMesa red.ManantialClima
TorreEspadaHadaPozoCentroSentidosMuerte
Gruta
TelarañaMontañaVientoCristalPrisiónEspiral
AguilaCaballo BPuenteUnicornioLaberintoFuegoArcada
Buey/Carn
Caballo NSimaFuenteEscudo52. DadosDiamante
LeónPegaso26. DadosPríncipeVestiduraArco irisJardín



Hermandad blanca

jueves, 21 de octubre de 2010

un cuento para niños y no tanto!

INTRODUCCION

La Bruja Maduixa, es un relato sencillo escrito para ser leído a todos estos pequeños sabios que saben abrir nuestros corazones con una sonrisa y una mirada, como si sostuviesen la llave del amor en sus manos, y también para todos los que habiendo crecido mantenemos nuestras almas sedientas de momentos ensoñadores que llenan de paz nuestro espiritu.

Os presento un cuento, capaz de hacer reír y soñar a niños y a mayores, un cuento en donde la pequeña Maduixa creció considerandose única y especial, hasta que un día escucho el latido amoroso de su corazón y al hacerlo se lleno de la fuerza y del coraje necesarios para enfrentarse al viejo mundo que ella misma había creado.

A partir de aquel momento la vida de Maduixa cambia totalmente, comparte todos los pequeños momentos de cada día con sus compañeros, expandiendo su amor continuamente , hasta que un día comprende, todos somos uno, y es entonces cuando desde su corazón lleno de luz se conecta con el universo.

Margarita Carré Marti


Espero que todos disfrutéis con su lectura. :
Cuentos inventados por la abuela
 
 
 
— Abuela,  cuéntame un cuento —pidió la pequeña Dudu—, sentándose a mi lado para contemplar cómo el sol se dormía en el mar.

Dudu se acurrucó dulcemente en mi regazo, abrazándome de tal manera que podía sentir los latidos de su corazón. — Cuéntamelo abuela —pidió Dudu llena de ilusión—,  cuéntame un cuento nuevo, uno inventado por ti.

Y así fue como nació este cuento y, por ello, quiero dedicarlo con mucho amor a todas las abuelas y a todas las nietas capaces de disfrutar mirando una hermosa puesta de sol.
 
 
Margarita Carré Martí
 
  Primer cuento
 
 
 
 
LA BRUJA MADUIXA
 
Tal vez fue porque cuando Mariona estaba embarazada comió muchas fresas o quizás sólo porque estaba escrito que sería así, lo cierto es que la niña nació con una pequeña fresa en su mejilla derecha; seguramente por esto a la pequeña le dieron el nombre de Maduixa.
 
Desde muy pequeña  Maduixa destacó por su forma especial de reír y de vestir,  podríamos decir,  un poco extravagante. Maduixa se consideraba especial, le gustaban los vestidos únicos, como su fresa.
 
De niña a Maduixa le gustaba mucho soñar con los ojos abiertos visitando muchas veces el país de  las musarañas, y la pequeña creció  hasta convertirse en una linda mujercita  con una particularidad especial: una pequeña fresa en su mejilla derecha que la diferenciaba de las demás muchachas.
 
Como todas las jóvenes de su edad, Maduixa iba a la escuela. Era una buena estudiante, un poco distraída… pero apreciada por sus compañeras de clase por su gran corazón.
 
Llegó el día en que su profesor les dijo:
— Como éste es vuestro último año en la escuela —pues pronto empezaréis vuestras clases en el instituto— vamos a realizar una fiesta para celebrar todo lo que habéis aprendido. Todos podéis participar en su organización.
 
Enseguida Maduixa empezó a pensar en el vestido que se pondría, tenía que ser el más bonito de todos. Lo buscó por todas las tiendas del pueblo y también visitó las de la ciudad,  pero no encontró ningún vestido que le gustara. Por esto, decidió hacerse uno ella misma.
 
­— Ya sé,  me lo haré cosiendo flores del bosque con pétalos de rosas; será muy bonito y perfumado,  será genial. Seguro que todos se fijan en mí;  estaré guapísima.
 
Mientras todas sus compañeras colaboraban preparando la fiesta, Maduixa recogió flores, trabajando tarde y noche  para coserlas una a una. —Por fin, ¡listo!  —dijo, al coser la última flor. El vestido quedó precioso, Maduixa lo miró pensando que seguro nadie tendría uno igual.
 
A la mañana siguiente se dirigió a la fiesta con  su original y fragante vestido. Todo el pueblo  la miraba, realmente estaba guapa. — ¡Lo conseguí! —pensó y, aunque  pronto comprendió  que su vestido no se podía tocar, no importaba; el vestido era como ella, único.
 
La fiesta se celebró en el jardín de la escuela. Chicos y chicas  se divirtieron jugando, disfrutando de un precioso día de verano donde un sol intenso parecía sonreír; además, se  obsequió a todos los alumnos con un delicioso pastel de chocolate.
 
Con tanto calor y sin agua las flores del vestido se empezaron a marchitar, se secaron, quedando tan frágiles como el papel  más fino; esto provocó que comenzaran a romperse justo por donde Maduixa las había cosido primorosamente flor con flor. Por todo ello dicen que, en algún lugar del vestido, entre flor y flor, se formaron huecos parecidos a pequeños agujeros.
 
Las amigas de Maduixa la invitaron a comer un helado, lo tomaron sentadas junto a su árbol favorito, después pasearon. Mientras caminaban,  Maduixa vio a un grupo de niñas que la miraban riendo.

— ¿De que se ríen? —pensó, y siguió andando—: ¡Caramba! ¡Todos se ríen y me miran!  ¿Qué debe estar pasando? 
Fue entonces cuando Maduixa se paró, tocó su vestido y vio que en su espalda se había formado un agujero por donde se veían sus braguitas y de pronto todos escucharon:
 
¡Ayyy!
¡Ohhh! 
Y vieron cómo Maduixa corría deprisa intentando tapar su espalda con ambas manos.
 
Francamente el incidente era gracioso; por eso todos reían.
 

La Sra. Enriqueta  comentó:
Esta Maduixa es muy estrafalaria, ¡mira que ponerse braguitas azules con rayas amarillas!

 
Maduixa corrió hasta su casa sintiendo mucha vergüenza, sin ver que sus compañeras corrían detrás de ella para taparla con una falda azul.
 
Ya en casa se encerró sola en su habitación donde lloró, lamentándose: — ¡No comprenden que soy distinta! ¡No entienden todo lo que me he esforzado!

Dicen que durante muchos días continuó encerrada en su casa; no le apetecía salir  ni encontrarse con sus amigas pues se sentía incómoda y avergonzada.
 
Seguramente por esto, Maduixa se confeccionó un sombrero puntiagudo que le cubría media cara; con él salía a pasear todas las tardes cuando se ponía el sol, caminando hasta el  bosque  donde se sentaba para hablar con las estrellas.
 
Fue en estos días cuando Maduixa empezó a soñar que volaba y acariciaba a las  estrellas, sus amigas del alma, a las que hablaba y escuchaba en su corazón. Y tanto y tanto soñó que volaba que, al final, decidió aprender a volar.
 
Pasados  unos meses sus amigas decidieron que esto no podía seguir así, debían hacer alguna cosa para sacar a Maduixa de su aislamiento y contar de nuevo con su amistad. Se presentaron en su casa y le dijeron:

— Pronto será el cumpleaños de Carlota, todos estaremos muy contentos si aceptas  venir a la fiesta que organizamos en su casa. ¡Por favor, ven! Todos te extrañamos.
 
Maduixa perdió inmediatamente la vergüenza, aceptó la invitación y enseguida empezó a pensar en cómo se vestiría. — Esta vez se dijo, les demostraré todo mi ingenio, mi vestido será maravillosamente dulce. Y empezó a confeccionarse un vestido de color rosa fucsia con papel couché, lo adornó con  caramelos de menta y con caramelos decoró sus zapatos y su sombrero.
 
Trabajó toda la mañana en su vestido; cuando lo terminó se lo probó, una y otra vez, estaba bien pero… le faltaba alguna cosa que lo decorara mejor. De pronto recordó las deliciosas  nubes de leche que cocinaba su abuela. Esto es lo que le falta —pensó Maduixa empezando a cocinar  nubes  con leche, clara de huevo y miel—.
Una vez frías las prendió en su vestido,  que por fin quedó listo y a su gusto.
— Ahora sí —se dijo— es un hermoso vestido, muy indicado para una fiesta de cumpleaños. Huele a golosinas, todo perfecto.
 
Con su dulce vestido llegó a la casa de Carlota. Todas sus compañeras estaban muy contentas de tenerla a su lado, la abrazaron y le comentaron lo bonita que estaba. La fiesta era muy divertida, chicos y chicas bailaban y cantaban  en  el jardín, muy cerca de la casita en donde Carlota tenía a su gata Milu con sus pequeños gatitos. 
 
Maduixa se acercó a los gatitos para acariciarlos. Carlota le dijo:

— Si te gustan puedes escoger uno, te lo regalo.
— Son preciosos —dijo Maduixa, cogiendo al mas chiquitín.
— Miau —dijo el gatito.

Maduixa lo abrazó, el gatito empezó a lamer una nube de su vestido, maullando contento, miau miau, maramiau, miau, que en lenguaje de gatos significa: ¡comida buena!
 
Al escuchar a su hermano, los demás gatitos salieron de su casa y saltaron sobre  Maduixa para comer tan buen manjar.
 
Miau, Maramiau, miau, maullaban lamiendo las nubes del vestido mientras hacían monerías jugando encima de su regazo. Maduixa reía divertida mas ocurrió que, con tanto movimiento, los gatitos rompieron el papel con sus uñas  y, de pronto, todos escucharon otra vez:
 
¡Ayyy!
¡Ohhh! 
Viendo sorprendidos cómo de nuevo a Maduixa se le veían casi todas las braguitas y cómo corría deprisa hacia su casa, gritando a los gatitos: ¡Fuera, fuera de aquí!
 


Contemplaron también  muy divertidos:
— A un gatito comiendo un trozo de su vestido.
— A  dos gatitos corriendo detrás de ella maullando, Maramiau, miahu, mahu, miau, mau  meu, que significa: está muy rico, dame un trozo de tu vestido también a mí. 
— Y a sus amigas corriendo detrás de ella con una falda blanca para taparla.
Mientras, se escuchaba a la anciana Sra. Teodora comentando:
— Maduixa siempre tan presumida, ¡mira que llevar braguitas  rojas con topos verdes!
 
Maduixa se encerró de nuevo en su casa, lo cual entristeció  a sus amigas que ya no sabían lo que hacer para que comprendiera que la apreciaban tal como era, y se pasaron muchas horas pensando lo que podían hacer para que confiara en su amistad.
 
Mientras tanto, Maduixa se puso su sombrero negro y continuó hablando todas las noches con  las estrellas, a las que decía:
— Ya  no sé qué hacer para que mis amigas me aprecien tal como soy.
 
Un día, Maduixa  encontró en el  desván  una vieja escoba de roble, enseguida se puso a  investigar la forma de hacerla volar; lo consiguió colocando sobre su palo tres molinos de viento que  giraban con la ayuda del motor de un antiguo molinillo de café.
 
La escoba se elevaba unos metros flotando unos minutos en el aire…
 
Después de varios experimentos Maduixa encontró la manera de hacerla volar más alto  agrandando las hélices de los molinillos y accionándolos con el mecanismo de una bicicleta.
 
Al final del verano sus vecinos y amigos la llamaron diciendo:
— Ya has pasado muchos días en casa, mañana es la Fiesta Mayor del pueblo,  no puedes faltar. Estamos preparando una merienda sorpresa, nos lo pasaremos muy bien.
Maduixa  contestó:
— De acuerdo, allí estaré.
 
Enseguida Maduixa empezó a pensar en cómo se vestiría pues, a pesar de que todavía sentía un poco de vergüenza y se encontraba a gusto sola, imaginarse un vestido nuevo la llenaba de ilusión.

Maduixa se confeccionó un vestido con papel verde,  grueso  a prueba de gatitos,  lo adornó con manzanas rojas que sujetó con grapas, después clavó con clavos manzanas en su sombrero y en sus zapatos. El vestido era muy original, en la fiesta todos lo alabaron.

Por ello se sintió contenta y se divirtió bailando toda la tarde con sus amigas, hasta que las manzanas empezaron a pasarse y,  justo por donde estaban sujetas con clavos o grapas, empezó a gotear un zumo dulzón que llamó la atención de un mosquito. Este mosquito atrajo a otros y el olor dulzón, unido a  los colores rojo y verde de su vestido, atrajo a una abeja que se posó en su sombrero.
— Zum zum zum —llamó la abeja. Al momento una nube de abejas apareció dando vueltas  a su alrededor.
— Zummmmmm, zummmmmmm, zummmmmmm —decían las abejas, que en su lengua significa: ¡aquí hay una buena merienda!
 
Maduixa empezó a gritar moviendo brazos y manos: ¡Fuera, fuera de aquí!, sin conseguir  que las abejas se marcharan. Corrió hacia el  río y sin dudarlo se tiró de cabeza al agua; las abejas y los mosquitos se marcharon enseguida pero,  al mojarse,  el papel de su vestido se rompió  soltándose  de su cuerpo, quedando en ropa interior. Por ello todo el pueblo escuchó de nuevo:

¡Ayyy!
¡Ohhh!   
 
Viendo, otra vez, a Maduixa huyendo hacia su casa, sin ver que sus amigas le  ofrecían un albornoz para taparla.

Mientras se escuchaba a la Sra. Pascuala diciendo:
— Qué extravagante es Maduixa, ¡mira que llevar braguitas y sujetador lilas con corazones verdes!
 
Cuando  Maduixa llegó a su casa cerró la puerta y prometió que nunca más la abriría a nadie. Durante mucho tiempo nadie la vio, si bien, algunos aldeanos aseguraban que de noche la podían ver montada en una escoba hablando con pájaros y estrellas.

Sus amigas estaban preocupadas, mas, por mucho que la llamaran, Maduixa no abría la puerta de su casa ni contestaba ninguna llamada de teléfono.
 
Dicen también que,  en aquellos días, Maduixa empezó a estudiar por correspondencia, que fue así como aprendió a hacer perfumes con flores, jabones que limpiaban y dejaban la piel fina, emulsiones, cremas, pomadas para embellecer y otros muchos productos relacionados con las hierbas, árboles y flores del bosque.
 
Maduixa se acostumbró a realizar todas sus compras por teléfono y únicamente salía de su casa cuando el sol se ocultaba, justo en el momento del atardecer; entonces  se dirigía al bosque,  recogía las plantas que necesitaba y regresaba volando con su escoba, deteniéndose para hablar con las brillantes estrellas y con algunos pajarillos que, curiosos, la saludaban y le pedían migas de pan.
 
Durante el día Maduixa confeccionaba sus cremas, pomadas y fragancias que guardaba en botes de muchos colores, hasta que un atardecer, cuando tenía ya su  escoba en la mano dispuesta para salir, escuchó unas voces que decían:
 
Pobre Juanito, aún no ha llegado a su casa, todos estamos muy preocupados, es un niño y ya es de noche. No sabrá llegar a casa, nadie sabe dónde está, ¿qué le habrá pasado? ¿Dónde podrá estar?

A Maduixa casi se le para el corazón, conocía a Juanito,  un niño de 7 años.

Enseguida abrió la ventana para salir volando y buscarlo pero el miedo la paró, de pronto recordó las risas de los habitantes del pueblo.  

— No saldré, no quiero que otra vez se burlen de mí,  de ninguna manera deben conocer que vuelo en una escoba.

Decidió  sentarse en el sofá y mirar la televisión comiendo un buen trozo de chocolate pero no se podía concentrar; Juanito estaba en su mente,  y su corazón le indicaba que debía y podía encontrarlo.
 
De pronto se levantó llena de fuerza y dijo:
— Basta, que se burlen  de mí si quieren, yo  no dejaré  a Juanito. Ahora mismo  salgo y no pararé hasta encontrarlo.
Maduixa cogió su escoba y salió volando desde la ventana.
 
Voló con su escoba hasta la orilla del río;  allí  vio a Juanito. Estaba llorando, se había caído y  se había roto la pierna, por lo que no se podía mover. Maduixa lo abrazó diciéndole:
— No tengas miedo, estoy aquí, te llevaré con tu mamá.
 
Con mucho cuidado inmovilizó la pierna de Juanito con su cinturón, lo montó en su escoba  y lo llevó a  casa.

— Juanito —le dijo—, te ruego que me guardes el secreto de la escoba, no quiero que se burlen otra vez de mí.
Juanito asintió, Maduixa dejó a Juanito en la puerta de su casa, llamó al timbre y se fue volando.
 
La mamá de Juanito abrió la puerta y ¡Oh, cuánta alegría! Allí estaba Juanito recostado  junto  a la puerta. Lo abrazó, lo cubrió de besos y lo metió en casa. Llamó  al médico que enyesó su pierna rota y entregó el cinturón a su mamá diciendo:

— Lo ha hecho muy bien, señora, gracias a cómo le ha puesto el cinturón el hueso no se ha movido y se curará muy bien.
 
La Mamá analizó el cinturón y vio que en él había escrito un nombre: Maduixa.
— Juanito —dijo—, este cinturón es de Maduixa, ¿verdad? Explícame todo lo que ha sucedido.
Juanito le contó que era un secreto, que no se lo podía contar porque Maduixa le había pedido que no se lo dijera a nadie pues tenía miedo de que se burlaran de ella otra vez.
 
Únicamente cuando su mamá le dijo que nunca se reiría de Maduixa Juanito le contó toda la historia, incluyendo una amplia descripción de la escoba voladora.
 
La mamá de Juanito se emocionó muchísimo y, tomando la mano de su hijo, dijo:

— Basta, esto no puede seguir así. Maduixa es una buena chica y tiene un buen corazón; creo que ha llegado el momento de solucionar todos estos malentendidos.
 
Inmediatamente se puso manos a la obra para dar las gracias a Maduixa y hacerle comprender que todos la querían.
 
Llamó a las tías y a los abuelos de Juanito que llamaron a las amigas de Maduixa, a sus vecinos y vecinas, explicándoles  su plan.
 
A primera hora de la mañana se fue a comprar un precioso vestido  de seda para Maduixa. La tía de Juanito le compró un sombrero a juego, su abuela un elegante bolso y su hermana unos zapatos rojos. Mientras tanto, todas las amigas preparaban una suculenta merienda  con pasteles, chocolates y limonada, y  sus vecinos preparaban las felicitaciones y los globos.
 
Con todo ello se  reunieron ante la casa de Maduixa, llamaron al timbre pero nadie contestó.

Maduixa estaba detrás de la puerta temblando de miedo.
— ¡Ay ay! —se lamentaba—, aquí esta todo el pueblo. Seguro que quieren romperme mi preciosa escoba, seguro que se burlan y se ríen de mí otra vez.

Como no abría la puerta Juanito se puso delante de todos diciendo:
— Maduixa, abre, por favor, no estamos enfadados. Sólo queremos darte las gracias y entregarte los regalos que hemos comprado para ti, confía en mí.
 
Maduixa abrió poco a poco la puerta, Juanito la abrazó y entró con su mamá que, viendo cómo Maduixa temblaba, la abrazó diciendo:
— Quiero agradecerte todo lo que has hecho por mi hijo y entregarte este regalo.

Después entraron las tías y los abuelos de Juanito que también la abrazaron y le dieron sus regalos.
 
Maduixa  —dijeron todos—, eres un ser maravilloso. Por esto, junto a todas tus amigas y vecinos, hemos organizado una fiesta para ti. Por favor, ponte este vestido mientras nosotros arreglamos las cosas para celebrar la fiesta.
 
Emocionada, se fue a su habitación, abrió las cajas y se vistió con el vestido de seda, los zapatos y el sombrero que acababan de regalarle. Se miró en el espejo y no pudo evitar exclamar:
— ¡Caramba, pero sí que estoy guapa hoy! El vestido es precioso y su tacto tan suave… es encantador.
 
Cuando salió de su habitación todos la aplaudieron dándole las gracias por su acción,  juntos  comieron pasteles y contaron chistes, hasta que Maduixa preguntó:
— ¿Por qué hoy no os reís de mí? ¿Por qué no me decís nada de mi escoba?
— ¿Qué escoba? —dijeron sus amigas.
Maduixa les explicó cómo había construido su escoba y que todas las noches salía a volar con ella. Todos callaron admirados.
 
La mamá de Juanito  dijo:
— Maduixa, mi hijo ya me lo contó pero hasta que te he escuchado no sabía lo especial que era. Por favor, ¿podrías darme un paseo con tu escoba? Tengo ganas de probarla.
Maduixa se emocionó.
— Claro que sí —contestó. 
Cogió su escoba  y las  dos juntas dieron una pequeña vuelta volando por el jardín.
 
— Ha sido genial —comentó la mamá—. Maduixa, eres una mujer muy inteligente, te admiro y me siento orgullosa de contar con tu amistad.

Todas sus amigas le pidieron que les dejara subir en su escoba; Maduixa las montó una a una y a todas les gustó.
 
Maduixa, te echamos de menos —le dijeron—, nos gustaría que salieras más, que pudiéramos disfrutar de tu compañía.
— Eso, eso —dijo la mamá de Juanito—, mañana te invito a tomar café en mi casa.
Y Claudia dijo:
— Yo pasaré a recogerte, tengo muchas cosas que contarte y así podremos hablar.
 
Cuando Maduixa se quedó sola en casa pensó: qué extrañas que son las personas, ahora resulta que todos me aprecian; esta fiesta ha sido super divertida y me ha gustado mucho hablar con alguien que se comunica como yo.
Ya de noche, mientras daba migas de pan a sus amigos los pájaros, le pareció oír una voz que salía de su propia consciencia que le decía: por el acto de haber ayudado a Juanito, vencer tu miedo y realizar lo que dictaba tu corazón, has conseguido  que todos te miren de otra manera.
Y fue entonces cuando un pajarito le comentó:
— Comprende, por fin has hecho algo más que pensar en ti misma.
 
Y dicen muchos aldeanos que, al escuchar al pajarito, Maduixa lloró y que su llanto era de dicha.
 
Maduixa tomó café en casa de la mamá de Juanito y se encontró con sus compañeras de la escuela. Salió a pasear con ellas compartiendo inquietudes, proyectos y hermosas puestas de sol.
 
Siempre estaba dispuesta a escuchar y a tender su mano a quien le pedía ayuda y dicen que a partir de aquel día sus vestidos fueron de tela.
 
Un día Claudia le comentó que su abuelo estaba triste porque tenía un eritema en la piel y esto hacía que no pudiera tomar el sol. Maduixa se levantó y dijo:
— Esto lo puedo solucionar, tengo una pomada en casa que le irá muy bien; la hago yo misma con flores de caléndula.
 
Las chicas fueron inmediatamente a  buscar la pomada y la aplicaron en la mano del abuelo de Claudia y, en un par de días, el eritema desapareció.
 
El abuelo de Claudia salió de nuevo a tomar el sol, estaba tan contento que se lo contó a todos sus amigos, y así fue como otros abuelos se dirigieron a  Maduixa para pedirle pomadas y cremas.
 
Las pomadas y cremas de Maduixa se hicieron pronto famosas,  sus colonias de flores silvestres  gustaban a jóvenes y mayores por lo que, según cuentan,  Maduixa decidió abrir una tienda en donde todos pudieran comprarlas.
 
Allí preparaba sus productos con mucho esmero y cuidado y, según me contaron,  fue así como Maduixa empezó a sentirse útil,  se valoró y un gran gozo inundó su corazón.
 
Maduixa trabajaba en su tienda todas las mañanas, por las tardes compartía momentos con sus amigas y siempre tenía tiempo para aprender y para divertirse.
 
Siempre estaba dispuesta a ayudar a las mamás de los niños que estaban enfermos o que tenían ganas de jugar, a quienes contaba cuentos con la ayuda de un teatro de marionetas.

Antes de regresar a su casa le gustaba pasar a visitar a los abuelos que vivían solos, y dicen que las abuelitas la esperaban y le ofrecían caramelos  ya que,  para ellas, era un estimable momento lleno de cariño.
 
Maduixa participaba siempre en todos los actos, reuniones y fiestas que se organizaban en su población, sus ideas eran geniales y tenían muy buena acogida. 
 
Quizás fue por esto  —yo no lo sé—, pero seguramente por esto fue que Maduixa se convirtió en alguien imprescindible para los habitantes del pueblo. Era amada y apreciada por todos y, lo que es más importante, así se sentía ella.
 
Hasta que un día, cuando Maduixa se vestía para ir a la fiesta de la Primavera con su amigo Miguel, al contemplarse en el espejo para poner carmín en sus labios, se escuchó de nuevo:
 
¡Ayyy!
¡Ohhh! 


¡Madre mía! Mi fresa ha desaparecido. ¡Ay, ay! ¿Cómo puede ser? ¿Qué hago ahora? Se burlarán otra vez de mí, dirán que he perdido mi fresa. 
 
Maduixa se miró otra vez  y temblorosa vio que, donde antes había una fresa, ahora había una estrella que destellaba luz dorada y plateada.
 
He perdido lo más bonito de mí misma —dijo, sin comprender que la estrella indicaba que se había convertido en una resplandeciente Hada. 
 
Preocupada volvió a mirarse y se dijo:
— Ya sé lo que haré: me pondré una tirita, así nadie lo verá.
 
Mientras buscaba la tirita Miguel llamó a su puerta. Maduixa salió a recibirle tapándose la mejilla con su mano derecha.
— Espérame en el jardín, voy de inmediato —le comentó.
 
Miguel la miró extrañado y le preguntó:
— ¿Qué te pasa, Maduixa?
— Nada, no me pasa nada —le contestó.
— Pues, entonces… ¿Por qué tienes tu mano pegada a la mejilla? ¿Te duelen las muelas?
Maduixa suspiró diciendo:
Es que… es que…
— ¿Qué? —preguntó Miguel—: Explícamelo, por favor, estoy preocupado.
Maduixa contestó:
— Mi fresa ha desaparecido y ahora me ha salido una estrella en la mejilla, no quiero que nadie la vea.
 
Miguel, muy tierno y atento, puso su mano sobre la mano de Maduixa diciéndole:
— Maduixa, yo no he visto nunca una fresa en tu mejilla. Eres  preciosa, la mujer más bonita que he conocido.
Y diciendo esto Miguel cogió la mano que Maduixa tenía en su mejilla y la separó de ella.
Una estrella, ¿dices? Serás tú, mujer, que resplandeces como si fueses un hada, o como una brillante estrella de luz.
 
Y aseguran que fue en este preciso momento cuando Miguel, lleno de ternura, cogió las dos manos de Maduixa.
 
Miguel y Maduixa se miraron tiernamente a los ojos y  en este instante  el amor ardió en ambos corazones, un amor lleno de luz que los llenó y se expandió desde sus corazones cubriendo la tierra, a sus flores y a sus árboles.
 
Una luz llena de amor que, desde las ramas de los árboles,  se trasladó por el aire alcanzando  las  nubes y regresó como lluvia resplandeciente a todos los ríos, a sus aguas y a las aguas de todos los mares, fertilizando todos los prados y montañas del  planeta.
 


Una luz repleta de purpurina  de hada que hizo cosquillas en la nariz de los niños haciendo que todos sonrieran contentos, que hizo cantar a las aves del cielo, jugar a los peces del agua y saltar de alegría a los animales de la tierra.
 
Maduixa y Miguel, que lo sintieron todo, suspiraron profundamente y, cogidos de la mano, comprendieron: todo es uno y uno está en todo.
— Qué hermoso —dijo Maduixa—, siempre es así.
  Sí, siempre es así —contestó Miguel.
 
Según me contaron, Miguel y Maduixa llegaron a la fiesta cogidos de la mano, y dicen que en la fiesta todos se abrazaron y cantaron una alegre canción.  También dicen que la merienda tenía un sabor especial y que la fiesta fue mucho más que divertida, fue genial.


Margarita Carré Martí 
Traducido y corregido por Magdalena Guelbenzu Villota