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lunes, 12 de septiembre de 2011

CONCEPTO ANTROPOSÓFICO DE REENCARNACIÓN Y KARMA

CONCEPTO ANTROPOSÓFICO DE REENCARNACIÓN Y KARMA. QUÉ SUCEDE ENTRE NUESTRA MUERTE Y EL NUEVO NACIMIENTO.
Pintura antroposófica
- Cuando el hombre ha completado su ciclo vital y muere, su Yo y sus cuerpos etérico y astral, pasan al mundo espiritual, dejando al cuerpo físico sin “ocupante” y sometido a la descomposición.
- El cuerpo etérico, que ha grabado dentro de sí, en forma de recuerdos inconscientes, todo lo que ha sucedido en la vida recién acabada, permanece unido al cuerpo astral y al Yo durante tres días, y después se disuelve por sí mismo, convirtiéndose en parte del éter universal, del que originalmente procede. Durante estos tres días, la vida recién acabada pasa por delante del Yo y del cuerpo astral en un gran panorama que aparece instantáneamente en su totalidad. El desarrollo panorámico del pasado experimentado inmediatamente después de la muerte, ha sido experimentado también por muchas personas que han estado en peligro de muerte accidental inmediata pero que han vivido para contarlo.
Es una experiencia de gran importancia para el hombre que acaba de morir, puesto que se graba por sí misma en su cuerpo astral que sobrevivirá muchos años aún, mientras pasa el siguiente período post-mortem, denominado por Steiner “Kamaloca”.
- El siguiente período post-mortem, el “Kamaloca”, es el tiempo que tarda en “diluirse” el cuerpo astral. En él hay dos experiencias principales:
• Puesto que poseemos nuestro cuerpo astral, continuamos experimentando deseos y emociones, pero sufrimos la privación de no tener un cuerpo físico a través del cual encuentren expresión y se satisfagan. Viviendo a través de la experiencia de los deseos insatisfechos, nuestro cuerpo astral se purga de ellos, hasta que queda purificado.
• En el Kamaloca revivimos nuestra vida pasada en retrospección: desde la muerte al nacimiento. Pero sentimos la “otra mitad” de nuestras experiencias vitales: lo que nuestros semejantes y la naturaleza animada e inanimada sintieron con nuestras acciones. Todo lo que hicimos en la Tierra tiene consecuencias y éstas las revivimos en el kamaloca. Cada obra, buena o mala, que cometimos en relación con nuestros semejantes, será experimentada como si fuéramos nosotros la otra persona o ser. Al mismo tiempo, seres superiores “juzgan” nuestras acciones, “haciendo llover sus simpatías y antipatías”, de forma que nos vemos dentro de una lluvia espiritual. Cuando llueve sus simpatías juzgan nuestras obras como buenas y las conservan en el universo. Cuando llueven antipatías, nuestras obras fueron malas para el universo. Estas tendrán que ser compensadas y corregidas en posteriores vidas en la Tierra. Lo que fue bueno nos beneficiará en vidas futuras, contribuyendo también a que la Tierra cumpla su misión.
Cada noche tenemos en el sueño lo que podemos llamar una breve experiencia del kamaloca, que difiere de la experiencia auténtica después de la muerte, porque si bien al dormir el cuerpo astral y el Yo están fuera de los cuerpos etérico y físico, no los han abandonado del todo, permanecen unidos por finos hilos espirituales.
Esta segunda experiencia es la que ocupa las horas de sueño profundo en nuestra vida. Pero no tenemos conocimiento consciente del hecho de que estamos viviendo de nuevo las obras del día recién pasado como fueron experimentadas por aquellos con quienes hemos estado en contacto y como son consideradas pro los seres superiores.
Lo que experimentamos después de la muerte es la experiencia del tiempo dormido en la Tierra, pero con la conciencia despierta. Puesto que, normalmente pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo, el kamaloca dura alrededor de un tercio de nuestra vida.
Hay una consecuencia de esta experiencia nocturna que es de gran importancia: sin darnos cuenta estamos estableciendo las bases para la evolución de nuestra conciencia, incluso en esta vida. Aparte de la experiencia ocasional de un sueño intenso y significativo, nos damos cuenta a veces durante la noche de que algo despierta la “antipatía” de los seres superiores, algo que estaba objetivamente mal y que, a su tiempo, tendremos que reparar. Si por medio de nuestra conciencia despierta nos damos cuenta de algún mal cometido e intentamos conscientemente compensarlo en esta vida en la Tierra, nuestro karma se ilumina proporcionalmente y nuestra experiencia en el kamaloca es así mitigada.
Por esta razón Steiner dio uno de sus ejercicios más valiosos: imaginar nuestro día hacia atrás antes de dormir cada noche. Con este ejercicio hacemos conscientemente parte del trabajo que más tarde haremos inconscientemente durante el sueño.
El kamaloca no es un castigo: ni siquiera nos juzgamos, sino que percibimos los resultados objetivos a nuestras obras. Es un camino para que tal percepción pueda resultar valiosa para nosotros y para el mundo. Experimentando en nosotros mismos lo que hemos hecho a los demás, llegamos a conocer de verdad lo que hemos hecho. La obra se completa mediante la vivencia de la otra mitad que no conocíamos en vida y sabemos por la actitud de los seres superiores si fue objetivamente buena o mala. Cuando hemos hecho un bien, todo eso también lo experimentamos en nosotros y conocemos el juicio de los seres superiores acerca de ello.
Esta experiencia del Kamaloca nos proporciona el incentivo más fuerte posible para que deseemos actuar mejor en nuestra próxima vida en la Tierra y reparemos a otros el mal que hicimos. Aunque actuemos de manera inconsciente durante nuestra vida terrenal, esto no es posible en nuestra vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.

La siguiente etapa post-mortem es la entrada del Yo al Mundo Espiritual o Devacan:

Pintura antroposófica
Cuando el Yo emerge del kamaloca, está libre del cuerpo astral y el tiempo de purificación ha terminado. Entonces entra en el Devacan o Mundo Espiritual. En ese momento hemos experimentado la contrapartida de todas nuestras obras, hemos visto lo que supusieron para otros y su significado para el mundo, y todo eso se halla grabado ahora en nuestro Yo. Este Yo decide reparar sus malas obras en la Tierra y, en general, escoge su futuro medio ambiente y decide que vivirá su próxima vida entre las mismas individualidades con las que ha trabajado antes. Pero el Yo es incapaz de materializar todo esto sin ayuda de los seres superiores: no existe conocimiento a nivel humano que pudiera planificar la próxima vida de manera que fuera lo más provechosa posible y nos proveyera de oportunidades para hacer lo que hemos decidido hacer en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Pero la resolución fue nuestra. No mengua nuestra libertad humana el que nuestra libre resolución requiera para su realización un cierto tipo de cuerpo, ciertos padres y circunstancias vitales, que son escogidos por seres superiores para nosotros. Tampoco podríamos planificar la forma en que nuestras vidas se entrelazarán con las de aquellos otros con quienes realizaremos nuestras tareas vitales. Pero podemos en lo profundo de nuestro ser superior tomar la resolución de desear hacer bien lo que hicimos mal la vez anterior, y podemos decidir libremente aceptar aquellas circunstancias que serán escogidas para nosotros cuando el ser superior particular e individual, llamado en el cristianismo ángel de la guarda, nos guíe a la Tierra para nuestra próxima vida. Estas circunstancias son conocidas como Karma. Este karma es una segunda oportunidad, aunque no poseamos en nuestra próxima vida terrenal la conciencia de poder reconocerlas.
Cuando dejamos el Kamaloca y nos hallamos en el mundo espiritual y no tenemos el cuerpo astral, es cuando tomamos la resolución, en base a nuestras experiencias de allí. Por eso, en el análisis final, somos nosotros quienes, con la parte superior de nuestro ser, hemos creado nuestro Karma. Cuando nos lamentamos de nuestro destino en la Tierra, estamos protestando contra nuestra propia decisión. Tenemos lo que hemos escogido y conseguido, y es lo bueno para nosotros. Aquí comienza nuestra libertad terrenal: podemos aceptarlas, a sabiendas de que son necesarias para nuestro progreso espiritual.
El karma no es un destino férreo. Escogemos el entramado general de nuestro destino, los padres que nos ayudarán a conseguirlo, la gente que nos encontraremos. Pero en el momento, por ejemplo, de conocer a alguien con quien estamos relacionados, el elemento destino se acaba, y ambos somos libres a partir de ese momento. Todo lo que deriva de nuestras relaciones con unos y otros en vidas anteriores queda pendiente para ser solucionado en esta vida o en las subsiguientes. Somos inconscientes en nuestra vida de vigilia de los detalles de nuestra relación anterior, y esto nos permite llegar a percepciones nuevas en esta vida. En nuestro sueño conocemos nuestro destino conjunto.
En contraste con esta libertad que disfrutamos en relación a la gente con la que estamos conectados kármicamente, los sucesos que ocurren pueden ser los resultados kármicos de obras realizadas en vidas anteriores, como la predisposición a ciertas enfermedades puede ser el resultado de ciertas deficiencias morales en vidas anteriores. Estos sucesos y enfermedades puede que no seamos capaces de evitarlos, pero como no sabemos nada de ellos en nuestra conciencia, nuestra libertad no está limitada. Al mismo tiempo, muchos importantes sucesos de nuestra última vida no son resultado de obras pasadas sino preparación para el futuro. Los amigos que hacemos en la última parte de la vida pueden ser también bastante nuevos para nosotros y nuestra tarea es preparar una relación más completa en la próxima vida. Siempre estamos entre el pasado y el futuro y el karma actúa sobre ambos para permitirnos completar lo inacabado en la vida anterior, mientras al mismo tiempo nuevas experiencias nos esperan siempre para crear karma para el futuro, ya sea bueno o malo. Nunca sería posible conocer la razón intrínseca de esos sucesos. Pero los seres superiores la conocen y son ellos los que nos dirigen hacia la enfermedad y los que determinan si se pone fin a nuestra vida terrenal o si nos recuperamos y vivimos el resto de nuestras vidas cambiados por la experiencia.
El Mundo Espiritual en el que vivimos en esta fase entre la muerte y el nuevo nacimiento, se encuentra habitado por otras almas humanas. Percibimos en especial la existencia de aquellas almas humanas que murieron antes que nosotros y con las que mantuvimos algún tipo de relación, y asimismo percibimos la individualidad de los seres superiores. En el kamaloca sólo conocíamos las simpatías y antipatías de esos seres superiores hacia nuestras obras, pero ahora vivimos y habitamos con ellos en su atmósfera y estamos llenos de sus fuerzas espirituales. Ahora sentimos la “mirada” de estos seres superiores sobre nosotros: esta experiencia nueva nos enriquece con un tipo de conciencia. Nuestra conciencia disminuye como resultado de la antipatía de estos seres superiores hacia nuestras obras, y se mejora a medida que nuestras obras han sido buenas para el mundo y conformes con sus deseos.
Esta experiencia con seres superiores es de suprema importancia no sólo para nosotros sino también para ellos. Hay gran interés de los dioses por el hombre y el deseo de que éste alcance su meta, de que esta Tierra se convierta en el planeta del amor. Lo llenan con nuevas fuerzas, mientras vierten en él la imagen de lo que Steiner llama el Hombre Ideal, el hombre como debería ser. Este ideal, vertido en el ser del hombre entre la muerte y el nuevo nacimiento, corresponde en cierto modo a lo que el hombre siente hacia los dioses en su vida terrenal. Allí donde el hombre vierte su amor hacia Dios por su propia devoción religiosa, allí vierten los dioses a su vez su calor hacia el hombre. En este calor vive la imagen del Hombre Ideal que el hombre absorbe dentro de sí para su uso posterior cuando vuelva a estar revestido de un cuerpo.
- En este proceso del Yo en el Mundo Espiritual, se llega a la “medianoche cósmica”:
A medida que nos aproximamos a la llamada hora de la “medianoche cósmica”, comenzamos a perder gradualmente la captación tanto de los seres espirituales como de las otras almas humanas con las que nos hemos mezclado. Pero al mismo tiempo nuestro ser interior se enriquece, mientras nosotros nos retiramos a una especie de soledad espiritual, si bien no perdemos al Cristo, que nos acompañará en la hora de la medianoche y en el futuro nos llevará más allá. En la hora de la medianoche en sí, tenemos la vida interior más potente, pero no tenemos la fuerza del alma que nos permita iluminar nuestro medioambiente espiritual. Ni siquiera tenemos recuerdos. Tenemos una infinita vida interior y un anhelo de una fuerza creadora positiva. Nuestros anhelos concentrados crean un “mundo exterior” para nosotros. Este mundo externo que creamos es una visión de todas nuestras anteriores encarnaciones terrenales, dispuestas ante nosotros en una visión panorámica. Al mismo tiempo un destello de luz aparece desde el futuro; es la misma luz que ilumina nuestro pasado. Esta es la luz que hay que obedecer: el Espíritu Santo, enviado por Cristo. (Hay un antiguo dicho de los rosacruces que dice: “Per Spiritum Sanctus reviviscimus”).
- Tan pronto como pasa la hora de la medianoche, comenzamos a trabajar en la creación de nuestro cuerpo, el cual tiene que ser construido de acuerdo con las necesidades de nuestro karma.
En el avance hacia la medianoche cósmica, estamos pasando realmente a través de las esferas planetarias, cada una con sus seres superiores asociados. En la preparación de la “semilla espiritual” de nuestro futuro cuerpo físico, estos seres de las diversas esferas planetarias intervienen de nuevo. Las diversas partes de nuestro cuerpo se formarán con la ayuda de ciertos seres planetarios a medida que pasamos por ciertas constelaciones del Zodiaco. Esta es la verdad que vive detrás de uno de los aspectos más conocidos de la astrología: que ciertos planetas y ciertas constelaciones no sólo están conectados con varias partes de nuestro cuerpo, sino que también intervienen, en parte, en nuestro destino terrenal.
- Mientras que la semilla espiritual del cuerpo físico está siendo preparada, de acuerdo con nuestro karma, nuestro karma en sí está siendo incorporado a nuestro próximo cuerpo astral, llamado así porque es formado por seres superiores en el mundo astral o estelar. Mientras se prepara este cuerpo astral retenemos un cierto grado de conciencia y de conocimiento intermitente de los seres superiores que trabajan en él.
- Cuando se completa el cuerpo astral, esta conciencia se pierde y volvemos definitivamente a la Tierra Los seres superiores se hacen cargo por completo de esta tarea. Bajo su guía, la semilla espiritual del cuerpo físico, en la que hemos trabajado durante tanto tiempo, nos deja finalmente y desciende a los padres a quienes, con su ayuda, hemos escogido para recibirla.
- Tan pronto como esta semilla nos deja, sentimos en el interior nuestro ser de alma-espíritu, que se encuentra ahora en la esfera de la Luna, y un irresistible deseo de unirnos con esta semilla. Comenzamos a atraer hacia nosotros aquellas fuerzas vitales, parte del mundo total de fuerzas formativas, necesarias para dar vida a la semilla que se guarda ahora en las entrañas de nuestra futura madre. En el momento en que se ha formado este cuerpo etérico para nuestra vida venidera, la vida comienza a moverse dentro del útero.
-Mientras estamos aún en la esfera de la Luna y al mismo tiempo que formamos nuestro cuerpo etérico, tenemos una última experiencia que se corresponde exactamente con la escena que pasa ante nuestra visión después de la muerte, mientras el cuerpo etérico se está disolviendo. Esta vez, sin embargo, tenemos una previsión de la vida terrenal que se avecina. No en todos sus detalles, pero sí en su contorno general. Esta es la vida que hemos trazado para nosotros, incluyendo todas las compensaciones por errores anteriores que ahora queremos corregir, y tal vez las grandes obras que pretendemos realizar por amor a la humanidad y a futuras vidas en la Tierra.
Algunas veces, en este último momento antes de la encarnación, la visión produce tal impacto al alma espiritual de nuestro ser, que nos retiramos horrorizados de lo que nos espera. Si esto sucede, significaría que no nos encarnaremos del todo en el cuerpo que nos habíamos preparado para nosotros mismos, y así naceremos con algún defecto “prenatal” o sin la posibilidad de tener control completo sobre nuestro organismo, como es del caso por ejemplo de los epilépticos
Pintura antroposófica

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